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¡El juego es cosa seria!

El juego es cosa muy seria para la niñez, tanto así que cuando el niño tiene la oportunidad de jugar libre y espontáneamente surgen los mejores aprendizajes, las ideas más creativas y las experiencias memorables.  

Lamentablemente, hoy en día, tanto en los jardines de infantes como en el hogar estamos olvidando la importancia que tiene el juego en la vida del niño.  En el aula se destina el momento de juego libre cuando sobra tiempo dentro de la jornada diaria de “trabajo”, y en el hogar se prioriza el tiempo frente a videos o juegos electrónicos y estructurados, negando al niño la oportunidad de aburrirse y crear nuevos juegos ante la urgencia de distraerse.  



Sin embargo, los mejores juegos no se desarrollan en los 10 minutos que sobran después de “dar” o “empezar la clase”.  Al jugar los niños están elaborando planes, practicando estrategias e ideando sus propias reglas y esto no se puede dar en un tiempo tan corto.  Así como los adultos requieren de un tiempo prudencial para establecer y llevar a cabo un plan ingenioso, los niños requieren tiempo para desarrollar juegos interesantes.  Una excelente idea puede ser inicialmente caótica, y luego, a medida que se va “practicando” se va desarrollando de tal forma que se torna brillante.

Precisamente, el juego libre también es algo que requiere PRÁCTICA.  Los niños de hoy, lamentablemente no están acostumbrados a que en el jardín de infantes se les brinde las oportunidades adecuadas para explorar en libertad, incluso algunos pequeños no sabrán cómo actuar ante esta posibilidad.   Al principio, no sabrán que hacer y es probable que surjan peleas entre  ellos, pero en la medida que tienen el tiempo para jugar podrán aprender que una casa de legos es más fácil armarla en equipo, y no solo eso, se darán cuenta que así se tienen mejores ideas y además es más divertido. 

Existen dos requisitos fundamentales para que el juego libre sea un momento enriquecedor y placentero. El primero es brindar al niño espacios y momentos adecuados para jugar.


Lo segundo es la interacción adecuada entre los niños y estos niños con sus maestras y/o padres.  Como adultos nuestro rol es apoyarlos en sus ideas, explicarles el uso adecuado de los juguetes y guiarlos si se les presenta alguna dificultad.  


Por ejemplo, digamos que el niño quería construir una casita de legos, pero se le desbarataba porque la base estaba mal hecha, el adulto puede guiarlo para que aprenda cómo podría construir una mejor base para su casa. De tal forma que se ha intercedido en base a sus intereses y a las necesidades que en ese momento él tenía y no imponiéndole a qué y cómo jugar.  La intervención debe darse no solo en el ámbito pedagógico, sino en el emocional.  Se debe estar atento cuando surge algún conflicto entre los niños, sobre todo a la hora de compartir los juguetes.  Cuando los niños aprenden a jugar, respetándose unos a otros, habrá instancias en que ya no será necesaria la intervención de la maestra y es en ese momento cuando la misma puede observar los avances o dificultades de los niños en la adquisición de contenidos de aprendizaje. 




Los legos son una maravillosa herramienta para jugar libremente pues brindan la oportunidad de desarrollar la creatividad del niño, de tal forma que cobra vida todo lo que ellos sueñan o imaginan.  Un niño de 5 años construyó con sus legos una máquina para sacar la basura del mar.  Perfectamente podríamos estar siendo testigos de los primeros pasos para solucionar una gran problemática ambiental: la contaminación marítima.


Existen ciertas piezas de lego muy interesantes y particulares: frutillas miniatura, mini patinetas y legos que son transparentes y con brillos.  ¡Esas son las piezas más queridas y todos los niños las desean!  ¿Será la solución esconder esas piezas? Quizás, pero es lo que llamo una “solución parche”.  Cuando surgen conflictos por el uso de estas piezas se puede intervenir enseñando a los niños por qué es importante compartir, pero también enseñando a respetar la creación del otro.  Pues, si un niño ya está utilizando esa pieza para una construcción, no se la podemos quitar.  Entonces podemos ofrecer alternativas de creación con otras piezas que resulten atractivas para el niño y motivarlo a continuar su juego. 

 El caso de Federico es inspirador.  Recientemente cumplió los 4 años. Es su primer año en un jardín de infantes y está fascinado con todo lo que tiene a su alcance en el rincón de arte, en especial con la tijera.   De repente se observa a Federico recortar como puede una hoja grande que el mismo había garabateado.  Los papeles se han caído al piso y otros están esparcidos encima de la mesa, sin orden aparente.  Es muy probable que ante esa escena nuestra primera reacción como adultos sea de enojo y preocupación, le diríamos al niño que no use tijeras, que aún está muy pequeño y le pediríamos inmediatamente que guarde y recoja todo ese desorden. 

En un jardín tradicional-escolarizado la escena del niño con una tijera en la mano y papelitos por todos lados es considerada no solo como un acto de indisciplina, sino como una pérdida de tiempo y hasta una irresponsabilidad  de parte de la maestra que “permite el desorden”.  Es muy probable que el destino de Federico sea el cumplir la orden tajante de guardar la tijera y botar los papelitos en la basura. 

En otras palabras… hemos apagado su creatividad y su entusiasmo por aprender.

Sin embargo, al preguntarle a Federico, ¿Qué recortas?, el responde muy concentrado y sin quitar los ojos de la tijera “Dibujé unas cosas para mis amigos, unos unicornios, unos osos y cosas para ellos que les voy a dar.”  Lo que para nosotros era un desorden, para Federico es un acto noble y de cariño hacia sus compañeros, a los que quiere agradar con un regalo elaborado por sus propias manos, producto de su imaginación.   Ahora que sabemos las intenciones y deseos de Federico nos corresponde guiarlo en este aprendizaje, enseñarle cómo tomar correctamente la tijera y cómo usarla sin hacerse daño. 

Seguramente la laboriosidad y concentración con que Federico usa la tijera lo llevará muy pronto a dominar la técnica del recorte. 

En este ejemplo se han dado los dos requisitos para que el niño elabore un juego enriquecedor.  Primero, se ha puesto a su disposición los materiales adecuados brindándole tiempo para utilizarlos con calma y segundo la interacción entre Federico y su maestra fue positiva. 

Hoy en día contamos con una gran herramienta para nuestra labor, ya que el currículo de educación inicial del Ecuador establece como primera metodología la de Rincones, siendo el juego su elemento central.  Esta metodología además de ser respetuosa del niño, sus intereses y ritmo de desarrollo y aprendizaje, favorece la socialización positiva entre pares y es una gran herramienta para que los maestros descubran los talentos y habilidades de los alumnos.  Afortunadamente, hoy en día, muchos currículos de educación inicial, en distintos países del mundo están priorizando el juego por sobre los contenidos académicos, pero ¿Lo estamos llevando a la práctica? 

La correcta aplicación de metodologías como la de Rincones de juego, Montessori, Reggio Emilia, Pikler, y demás metodologías conocidas como “alternativas” brindan espacios y elementos suficientes para el juego libre, y aunque también planifican actividades lúdicas dirigidas por los docentes (que no es lo mismo al juego libre) dan prioridad a que los niños se muevan libremente, exploren y desarrollen sus propios juegos. Este tipo de metodologías (mal llamadas alternativas, pues deberían de ser la norma) desestructuran la rigurosidad de un jardín de infantes escolarizado.

En primera instancia flexibiliza el horario de clases, el cual tradicionalmente destina un tiempo entre 20 o 40 minutos para el desarrollo de actividades enmarcadas en un área del desarrollo (20 minutos para motricidad fina, 40 minutos para pre-matemáticas, etc), brindando un espacio amplio y suficiente para que el juego se desarrolle libremente en el rincón escogido por el niño. Por otro lado, el rol del docente cambia automáticamente pues ya no impone actividades, sino que hace propuestas a los niños que los invitan a explorar, analizar, investigar, socializar y jugar.  Además, se respetan (verdaderamente) los procesos de desarrollo y aprendizaje de los niños.  Los aprendizajes esperados se dinamizan y ensanchan, la evaluación se torna más bien en una observación atenta del niño, en donde se conocen sus gustos y habilidades y nos valemos de ellas para ayudarlo en las dificultades que se le pudiesen presentar.  De esta forma, no se señalan sus dificultades, sino sus fortalezas.    

El juego libre permite al niño un aprendizaje integral, no solo cognitivo, sino también un desarrollo emocional positivo acompañado de un gran despliegue de creatividad y felicidad.   Si hoy en día ya no está en discusión la importancia del juego para el desarrollo del niño, si tenemos el aval científico necesario para respaldar esta teoría, ¿en qué momento jugar se convirtió en una pérdida de tiempo? ¿A quién se le ocurrió que debíamos priorizar, en un niño de edad preescolar el proceso de lecto-escritura y pre-matemáticas por sobre la exploración, diversión y experimentación que el juego abarca? ¿En que momento empezamos a asociar la calidad en educación inicial con aprender tempranamente a leer y escribir?

El juego es innato, se da desde el vientre materno, en el niño y en los adultos felices.  Es a partir del juego libre -si brindamos las herramientas propicias y el acompañamiento adecuado- que el niño tendrá un aprendizaje integral en donde todos los aspectos teóricos que se encuentran en cualquier currículo de educación inicial, se podrán estimular y desarrollar. 

Sin embargo, el sistema educativo, muchas veces presiona a la educación inicial.  Se pretende que los niños lleguen al primero de básica con “hábitos de trabajo”,  y estas expectativas en un niño de 6 o 7 años hacen que la escolarización forzosamente deba empezar desde los años de educación inicial.  Los cambios deben producir un efecto dominó positivo y somos los docentes los que primero debemos aceptarlo.  Debemos estar conscientes de que la escolarización, propiamente dicha, empieza recién en la educación básica, y debe darse una transición respetuosa del niño y bajar nuestras expectativas a la realidad.  En educación inicial sucederán muchas cosas: se logrará autonomía, se desarrollarán hábitos saludables, hábitos de orden, se promoverá el buen trato y respeto entre infantes, se despertará la luz de la motivación y el interés por aprender, se ejercitará el cuerpo, se aprenderá a jugar en equipo, se desarrollarán habilidades motrices finas y artísticas, y si todo esto se da como debe de darse, la educación inicial habrá cumplido su objetivo y el maestro de educación básica contará con un grupo listo y dispuesto a seguir avanzando y ahora si a iniciar el proceso de escolarización. 

No existe ninguna evidencia científica que indique que, mientras más temprano inicie la escolarización académica de los alumnos, se lograrán mejores resultados, beneficios o éxitos durante su escolaridad, y mucho menos durante su adultez.  Pero si existe más que suficiente teoría demostrada científicamente que indica que los niños aprenden cuando se sienten seguros en su entorno y logran vínculos afectivos positivos con sus cuidadores y cuando se les brinda los espacios suficientes para jugar en libertad.  Ya sabemos que el desarrollo, si bien es cierto, cuenta con ciertos parámetros generales, es distinto y único en cada ser humano; algunos logran ciertos hitos antes, otros después ¡y no pasa nada!.  Ya sabemos que, aunque teóricamente dividimos el desarrollo en áreas, el cerebro es uno solo haciendo miles de conexiones a cada segundo, interrelacionando saberes previos e incorporando aprendizajes nuevos cuando los considera lo suficientemente interesantes. Es hora de trasladar estos conocimientos a las salas de clase de educación inicial y es urgente que los escalones del cambio sigan ascendiendo, pues no cabe duda que el sistema educativo ha de renovarse y acoplarse a los tiempos en que vivimos.  Ojalá los adultos de esta generación podamos ser partícipes y testigos de este progreso.

Claudia Cevallos
Educadora de Párvulos, Magister en Diseño Curricular y Proyectos Educativos


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